El lunes 17 de agosto culminó el dispositivo “El día después” a través del cual miles de jóvenes asistieron a los damnificados por las recientes inundaciones en más de treinta municipios de la Provincia de Buenos Aires. Estas jornadas volvieron a evidenciar el espíritu solidario del pueblo argentino y reflejaron una vez más el compromiso militante de la juventud organizada.
Como se ha dicho, las causas de las inundaciones obedecen a múltiples factores. Sin embargo, en la actualidad se están retroalimentando dos realidades que se dan en forma simultánea: los efectos de la variabilidad climática que genera fenómenos hidrometeorológicos adversos cada vez más recurrentes en sus dos caras visibles (inundaciones y sequías); y el crecimiento económico sostenido y demográfico que ha generado procesos de urbanización descontrolados, desprovistos de enfoques socioambientalmente sostenibles que contemplen la variable del riesgo de desastres.
A modo de reflexión, y pensando hacia futuro, la realidad nos ha mostrado tanto en La Plata en 2013 como en las inundaciones recientes, que paralelamente a los mecanismos de respuesta, debemos prestar cada vez más atención a la gestión de riesgos de desastres, y apuntalarla en los marcos normativos e institucionales en todos los niveles de Gobierno. Para reducir y prevenir desastres, se torna ineludible promover el enfoque del riesgo en la planificación del desarrollo: desde el ordenamiento territorial y la gestión sustentable del ambiente, hasta la gestión local y la organización comunitaria. Con urbanizaciones sostenibles y planes de alerta temprana comunitarios se hubiesen, en algunos casos, evitado desastres, y en otros reducido sus consecuencias devastadoras.
Ambos casos incluyen el objetivo central de cualquier gobierno: salvar vidas humanas. La organización comunitaria a la que se hace referencia no demanda grandes inversiones de recursos. El ejemplo mundial en esta materia lo encontramos en Cuba, que a pesar del embate recurrente de eventos naturales adversos, no sufre pérdidas de vidas humanas y reduce significativamente las pérdidas materiales. Además, está demostrado mundialmente a través de numerosas investigaciones promovidas por Naciones Unidas, que por cada dólar que se invierte en prevención de riesgos, se ahorran siete en la respuesta a las emergencias.
En definitiva, así como La Plata nos exigió una nueva estructura en los mecanismos de respuesta a las emergencias, las lecturas sobre las recientes inundaciones deberán confluir en la necesidad de un abordaje paralelo al anterior, que centre sus esfuerzos en la prevención a través de la gestión local del riesgo.
*Por Esteban Mahiques, Vicepresidente de la Comisión Cascos Blancos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación